La conducción económica encuentra nuevos retos. Pragmatismo en las políticas de estado.
Se sabe que la verdadera pizza de fugazzeta lleva cebolla y muzzarella, orégano y oliva a gusto, pero no tomate, después de todo está caro, y es recomendable postergar su consumo.
La recomendación explícita viene del propio Secretario de Comercio Guillermo Moreno, quién aconseja “reducir el consumo de tomate” ante una “posible escasez” del mismo.
Incluso el titular de la Cámara de Operadores Mayoristas Frutihortícolas del Mercado Central, Fabián Zeta, aconsejó a los consumidores que «sean responsables» y reemplacen «el tomate por otras verduras.
Una vez más se muestra a las claras el elocuente pragmatismo del gobierno, recuerden sino hace unos días cuando desde la subsecretaria de Defensa al Consumidor, Pipi Colombo recomendó “amasar su propio pan” al escucharse que el precio del pan había alcanzado los $20 el kilo.
Lo expuesto no es más que una anécdota, un cuento que nos permite ver el actual estilo de conducción, en el cual podemos identificar el fuerte contenido pragmático aún a riesgo de precipitarse, cometer torpezas y decir sandeces.
Ejemplos hay muchos:
• A un aumento relevante de la soja se intentó sin éxito las retenciones móviles (la famosa 125)
• A una inversión insuficiente se largó una batería de incentivos para la industria (Pacc Empresas, Fonapyme, Mi Galpón, etc.).
• A un resentimiento de la economía el año pasado se redobló la apuesta con el plan ProCreAr, y posteriormente con el CEDIN.
• A depreciaciones reiteradas del Real brasileño la autoridad monetaria profundizó las mini devaluaciones del peso.
Podríamos de esta forma contar una larga lista de acciones y reacciones que demuestran a las claras un estado más activo. Por supuesto adeptos festejan y encumbran las gestiones mientras que opositores critican el “rumbo errado” del ejercicio de política económica.
Limitaciones
Sin embargo, la practicidad en economía política tiene sus limitaciones, y muchas más ante hechos exógenos, ante circunstancias ajenas derivadas del contexto externo.
El nuevo desafío pasa por la actual creciente revalorización del dólar a nivel mundial, que está obligando a la autoridad monetaria a devaluar sin pausas a un ritmo creciente. ¿Por qué? Porque la industria siente una fuerte presión de costos que le carcome su competitividad.
Ante esta menor competitividad la recomendación práctica de “cerrá las puertas” estaría en el límite de lo absurdo.
Es menester entonces planear políticas de estado que genere en lo inmediato las condiciones internas apropiadas para incentivar la inversión y no la especulación, y que fomente a largo plazo una amplia formación y diversificación de la base industrial nacional.